jueves, 11 de marzo de 2010

Inmadurez emocional por Lali Valls

Se habla todo el rato de la crisis económica, la crisis de valores, pero de lo que no se habla es de la que, a mi entender, es la verdadera crisis: la del ser humano que no está en contacto con lo que siente, con su corazón. De la inmadurez emocional de los que somos supuestamente adultos, y especialmente de aquellos cuyo sentido de la identidad radica en el dinero que ganan y en sus posesiones, en el tener y no en el ser.

¿Y qué significa ser adulto?
Para mí, ser adulto significa estar en paz con la propia vida, con las heridas y traumas que todos acarreamos en nuestra mochila emocional, y así tener acceso directo a la totalidad de la energía de nuestros depósitos. Ser adulto significa vivir de acuerdo a lo real, y no perseguir sueños quijotescos como reacción a algo que nos duele. Ser adulto quiere decir habitar nuestro cuerpo y honrarlo como el vehículo que nos transporta cada día allá donde queremos ir, conocer su profunda sensibilidad y delicadeza, su capacidad insospechada para el placer y para el dolor; ser adulto es saber cuidarlo como todavía no sabemos hacerlo (me incluyo en la autocrítica), no explotarlo hasta los límites para tunearlo después a nuestro capricho.

Difícil tarea, la de los adultos. Una tarea que no reporta ni dinero, ni prestigio, ni flores. La tarea de nadar a contracorriente que, por suerte, mucha gente ha emprendido ya.

Ser adulto, en definitiva, es estar dispuesto a abrir el corazón a los demás, estar dispuesto a amar, a desaparecer en el otro, a fundirte con otros seres humanos, con la naturaleza, con los animales, a darte cuenta de nuestra arrogancia al creernos seres superiores, que demostramos continuamente agrediendo a nuestro entorno, a nuestros animales de compañía, a nuestros árboles, a nuestros congéneres, al mar que nos baña los pies...

Para ser adulto y ejercer como tal, en vez de seguir jugando a los negocios y a ver quién gana más dinero con vestimenta de adulto, en vez de seguir jugando a buenos papás y buenas mamás que en vez de dedicarse a sus hijos escogen dejarlos en manos de otros (es cierto, a veces no queda otra alternativa) ya que la crianza y dedicación a los hijos resulta ingratamente dolorosa si uno no recuerda su propia infancia y adolescencia, ser adulto, digo, significa comenzar a poner las prioridades profundas en su sitio, comenzar a hacernos preguntas que vayan directamente a la raíz: ¿qué es lo que realmente me hace levantarme de la cama cada día? ¿A quién he mirado a los ojos hoy? ¿Tiene mi vida y mi manera de vivir verdadero sentido? ¿Les he dicho a la gente que quiero lo que siento por ellos, o al menos se lo he demostrado?

A medida que estas palabras se escriben a través del movimiento de mis manos, me cuestiono si yo misma, como mujer y madre, hago las cosas de acuerdo a lo que siento. A veces me resulta difícil distinguir entre las corrientes del agua que me recorre pues, como ocurre con el mar, las olas se suceden sin parar, influenciadas por corrientes subterráneas...ahí sigo, empapándome cada día de más sutilezas.

Así pues, ¿somos verdaderamente adultos? Quizás nuestro amigo Santiago Niño Becerra tiene razón: quizás hasta el 2015 no empecemos verdaderamente a acercarnos a quien realmente somos, no descubramos que existe una realidad mucho más sutil que la densidad en la que vivimos actualmente, y que cada día hay nuevas sensaciones, percepciones, emociones que descubrir y experimentar...GRATIS.....si uno se atreve a abrir la puerta.... dado el grado de locura humana que se puede contemplar cada día, por la calle, todavía nos quedan muchos años hasta descubrir que no se necesita mucho para disfrutar de la vida. Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008, titula su libro sobre la crisis “El retorno de la economía de la depresión y la crisis actual”. La misma palabra tabú, que no puedes mencionar a tu gente: depresión. La economía, como los seres humanos que la hemos creado, está deprimida. Empastillada, drogada, para no sentir, para no llorar, para no excedernos en nuestra alegría o nuestro entusiasmo no vaya a ser que te tomen por loco en estos tiempos de crisis, para seguir siendo muertos en vida. Es lo que está ocurriendo por la calle. Los sistemas de control internos, como los externos, ya no funcionan. Fallan las máquinas inexplicablemente, así como lo hacen nuestras propias identidades internas, y proliferan enfermedades “raras” en individuos de todas las edades, señales que envía el cuerpo para alinearse con la profundidad de la vida, con el dolor que habita en nuestras células, con una nueva manera de vivir, más madura y más consciente.

Vuelvo a repetirme, pido disculpas por las reiteraciones: lo único que se necesita es estar dispuesto a amar, a perder el miedo, a reír, a mostrarnos desnudos, a celebrar la vida (aunque detrás de ello estén los fantasmas de nuestras fantasías y duela descubrirlas), estar dispuesto a abrir el corazón a lo que uno siente, y a aceptar el misterio de la vida, lo que no se comprende ni se puede controlar. Abrazar esa dimensión de la vida que no se explica con la razón, con palabras, que nos brindan las experiencias de muertes cercanas.

Demasiado arriesgado. Puede que duela. Mejor estar muertos, y seguir persiguiendo quimeras. Hasta que los economistas nos predigan cuándo acabará. Así podremos quejarnos de que fuimos, de nuevo, engañados, y seguir siendo “adultos” responsables con las obligaciones materiales e irresponsables con las emocionales, ya que no respetamos ni tan siquiera nuestros propios sentimientos.

Estoy convencida que esta crisis dejará de ser eso, una crisis, cuando nosotros, los supuestos adultos, dejemos de preocuparnos tanto por el dinero y optemos por vivir, reír y disfrutar de la vida. Ya sé, es fácil decirlo cuando no hay problemas para llegar a fin de mes. Bueno, es lo que está ocurriendo...cada vez más gente teniendo que buscar alternativas para sobrevivir: quizás tengamos que aprender a compartir vivienda, transporte privado, incluso trabajo...buscar nuevas fórmulas.
Ojalá sea antes del 2015. Lo deseo por mis hijos, que ya están sufriendo, en sus carnes, las torturas de los campos de concentración o escuelas que los “educan” hoy en día para seguir siendo máquinas productivas en una cadena de montaje absurda y espero, con fecha de caducidad.

Ojalá pronto ya no desee nada, y acepte todo lo que me trae la vida con una sonrisa.

Publicado en: Crisis económica 2010
Email del autor: lvallmarti@yahoo.es

1 comentario:

pallok dijo...

Excelente reflexión. La comparto.